Hace algún tiempo Elizabeth llegó a mí con problemas de autoestima, ella aunque era una mujer valiente y exitosa, ese tipo de personas a las que todo el mundo quiere.  Sí, todos menos ella misma.  Elizabeth es una mujer excepcional, muy poderosa y su círculo de amistades próximas era igual de fabuloso, pero ella se sentía miserable, no confiaba en sí misma y estaba llena de miedo.

¿Cómo es posible esto si te acabo de decir que la vida es un espejo? Te explico.

Somos información, energía y vibración. No podemos engañar al campo cuántico.  Ella era una persona maravillosa, pero no se había dado cuenta.  Paralelamente también era perfeccionista y se exigía demasiado. Nunca era suficiente.  Aunque destacaba por su increíble personalidad y capacidad de lograr lo que quisiera, para ella siempre había algo que mejorar.

Eso nos pasa cuando estamos enfocados en lo que falta, cuando pasamos por alto el disfrutar de la vida, cuando tenemos miopía espiritual, cuando la gratitud no ha sido invitada y cuando estamos enfocados en hacer, olvidándonos de ser.

En personas como Elizabeth hay un bloqueo emocional, la vida se ve oscura y se encuentran obstáculos en lugar de oportunidades, quejas reemplazando al agradecimiento y ansiedad donde podría reinar la calma.

Todo esto ocurre solo en nuestra mente y no somos la mente, somos mucho más.  Podemos reconectar con la vida a través de prácticas diarias de meditación, respiración consciente y la oración.  Volver la mirada hacia la fuente de sabiduría que emana de nuestro corazón siempre traerá paz.

“Sólo se volverá clara tu visión cuando puedas mirar en tu propio corazón. Porque quien mira hacia fuera sueña y quien mira hacia adentro despierta”. Carl G. Jung