¡Ya no soy una niña y la verdad me alegro!
Aunque en la infancia todo era facilidad, sin tantos puntos de vistas y limitaciones sobre lo que era o no era posible. Me gusta mucho la mujer que hoy soy.
Decirte que mi vida ha sido color de rosas sería una gran mentira, de hecho precisamente los tropiezos, desaciertos, metidas de pata y caídas son las que han contribuido a moldearme.
Evidentemente me he dado bien duro con el látigo del desamor, por mucho tiempo me maltraté queriendo encontrar la perfección de la vida, sin sospechar que eso que tanto buscaba ya era, ya estaba, ya lo tenía y yo no lo veía porque jamás estaba conforme, nunca era suficiente. Yo siempre quería más.
Ingratitud superlativa. Quedé perpleja cuando reconocí que cada queja, cada pero y cada crítica constructiva que me hacía a mí misma era solo falta de gratitud.
Viviendo a destiempo, suspirando por lo que fue o pudo ser y soñando con lo que podría ser y no era. Me olvidé del presente hasta que me mandaron un ángel, mi hija Mirsa, mi primogénita. Parece que ella percibió el desequilibrado acelere y la urgencia constante de mi vida y se le ocurrió adelantarse. Llegó con bombos y platillos a las 29 semanas, el pronóstico era reservado según los médicos, pero en el fondo yo estaba recibiendo la primera de las lecciones sobre ¿cómo vivir en el aquí y el ahora? Un día a la vez, paso a paso, así recibí mi regalo.
Una vida llena de milagros. Soy bendecida y aprendí a reconocerlo a través del dolor. ¡Qué vaina! Ojalá tú que me lees hayas elegido un camino distinto, sin tanto drama. A mí me llegó a los 40 el despertar y no fue precisamente a besitos, sin embargo, cada lección ha sido un regalo y hoy puedo mostrar agradecimiento.
Más allá del medio siglo me declaro una mujer plena porque plenitud no se refiere a cosas, lugares o personas. Una vida, una pareja, dinero, trabajo, amigos, casas, carros, joyas viajes… nada de eso me define y a ti tampoco. Poder sonreír porque sí, poder poner límites, atreverme a mucho, dejar atrás lo que no funciona, recibirlo todo como un regalo y sentir con libertad, eso es plenitud.
Hoy todo es perfecto como es, aunque a veces no me guste lo que estoy percibiendo. Esa soy yo, sigo caminando para hacer del resto de mi vida ¡lo mejor de mi vida!
Feliz y fácil vida deseo para mí.