Este a simple vista puede parecer un escrito dirigido a mujeres solteras, divorciadas o viudas sin pareja, y no, fue inspirado para reflexionar sobre la vida, incluidas las mujeres casadas.
Con demasiada frecuencia, más de la que me gustaría en verdad, llegan a mis sesiones de coaching mujeres con muchos años viviendo en pareja, pero que han perdido la vibración de los amantes, cómplices y compañeros de viaje que eran al principio de la relación.
Es cierto que después de la etapa del enamoramiento, esa donde los niveles de dopamina, serotonina y vasopresina están desbordados, llega la calma. Un amor más maduro, más creativo, más comprometido, más sabroso… esta última es una etiqueta que me hace sonreír. Cuando eliges vivir en pareja implica algo más que un estatus, es tu preferencia por construir una vida juntos, por sumar cada quien desde su felicidad, armonía y amor propio.
Cuando alguien se va, ya sea por voluntad, que lo echen o por muerte, hay un duelo. Surge una sensación de pérdida dolorosa. Sin importar la razón de la separación, los pensamientos que llegan con el prefijo de: “y si…” o “es que” invariablemente se apoderan de nosotros.
Me divorcié hace casi 4 años, estuve casada 20 y de novia 9 años. ¡Eso fue mucho tiempo! Mi cerebro tenía patrones de conducta y pensamientos muy arraigados, aunque fue una decisión de mutuo acuerdo, ha tomado tiempo sanar las heridas y comenzar a elegir una vida diferente. Ahora estoy lista para volver a amar.
¿Eso qué significa? Solo que me doy cuenta que vivir en pareja se refiere a:
- Una relación de igual a igual, no somos las madres de la pareja.
- Una relación creativa, elegir hacer cosas distintas y evitar las rutinas.
- Pasar tiempo de calidad solos. Muchas veces los amigos y el resto de la familia salen sobrando.
- Alinear nuestros caminos hacia un mismo rumbo. Tal vez esta es la parte más difícil porque por naturaleza pretendemos ser quien dirige la expedición.
- Estar abiertas a acuerdos, incluso podemos a veces estar de acuerdo en no estar de acuerdo.
- Amar incondicionalmente al otro. Lo conociste como es, acéptalo como es. Pretender cambiar a alguien para que encaje con mi escala de valores solo es un reflejo de mi autoestima baja proyectada sobre el otro.
- Estar dispuesta a cambiar. ¿Es esto incoherente con el punto anterior? No. Se trata de “darme cuenta” de qué cosas ya no funcionan y estar dispuesta a hacerlo diferente.
- Ser coherente.Cada miembro de la pareja debe estar en coherencia con lo que piensa, siente y hace. Si en algún momento no es así, debes hablarlo claramente.
- Si estás con alguien, no des por hecho nada. A veces creemos que el otro “debe saber que le amo”. Pues no, ni que fuera Nostradamus. Díselo en el lenguaje que quieras. Sé creativa, pero dilo.
- Sé amable, cariñosa, respetuosa, feliz, etc. Conviértete en esa persona que te gustaría tener. Recuerda la ley del espejo.
- Comprende que por muy afines que sean, tú tienes una programación según lo que has vivido y tu pareja otra. En la medida que comprendas que no hace nada en contra tuyo, sino que está respondiendo a sus creencias, te sentirás más libre y el resentimiento estará lejos de ustedes.
- Sonríe, sonríe mucho. Nada derrite más a una persona que una gran sonrisa de la mujer o el hombre que ama.
- Deja a un lado las críticas. Olvídate de “yo lo hubiera hecho de tal manera”. En su lugar hazle preguntas, interésate genuinamente por saber qué le hizo actuar de tal forma, tal vez le encuentres sentido y juntos encuentren un regalo de esa experiencia.
- Ponte bonita. ¿Qué te quiero decir con esto? Que te gustes a ti misma. Eso te hará sentirte segura y expandirá tu energía. Seguro tu pareja te verá aún más bonita porque la belleza es energía.
¿Y si no tengo pareja? Haz lo mismo. Trátate a ti misma como si fueras tu pareja. No hay nada más rico que amarse a una misma.
¿Qué más es posible ahora?